Lindas tus manos, que anulan la tristeza de mi memoria
y como suave viento acarician el nido de mi existir;
las que a sorbos bebo, cada mañana, que contigo vivo;
las que ofrecen el dulce que mi anhelo aspira
y son la inspiración de mi poema en rima.
Es la palabra de tus manos
el destino de amor que mi querer añora
y, sin vacilación, la felicidad que mi rostro aflora
en el cuaderno de la vida y mis tiempos entrecanos.
¡Regálame, mujer, el perfume de tus palmas,
el aliento que ellas brindan!
y así, quedo, sean la habilidad de mis caricias
para amarte día y noche en el volcán de tu mar.
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