Tengo sed
de tus bellas inquietudes,
aquellas que presentes
se disponen en la frescura eterna
del cobijo de mis besos,
en el refugio de mis brazos
y la caricia de mis manos.
Tengo sed
del agua de tu paraíso,
necesario para que mi escribir
sea claro y conciso.
Quiero
el agua de tu dicha,
que sea la puerta
donde dibuje mi sonrisa,
el poema
que lentamente se desliza.
Tengo sed
del blanco de tu amor
y quedar enloquecido
por las caricias, las palabras
y los cien besos
que despierten
mi amor adormecido.
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