SENTÍ LA LLUVIA

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Sentía la lluvia aporrear sobre mi cuerpo.

Además, el viento soplaba forzudamente,

mis lágrimas se mezclaban 

con el agua que escurría en mi cara,

sentía un nudo en la garganta, que ahogaba mi sollozo.

Mis zapatos traían un agujero en la suela;

no era visible, pero se sentía un raspón de vez en vez,

lo cual hacía que se filtrara el agua al caminar.

Apreciaba mis calcetines mojados,

consideraba el agua dentro de mis zapatos,

pero eso no me preocupaba.

Mi dolor me llevaba a rumbo desconocido,

quería perderme en la oscuridad,

quería morir en ese instante,

buscaba la penumbra para sucumbir.

Sabía que si en ese momento saltara un ladrón,

le dispararía a mi corazón dolido,

y caería fulminado para ir con ella.

De sobra tenía razones para que mi alma estuviera inerte,

un asesino serial habíase llevado mi tesoro preciado,

¡mi oxígeno!.

Ese homicida que te va carcomiendo las entrañas,

¡se la llevó!.

Era apenas una niña, su inocencia resaltaba 

con la frescura de su sonrisa.

Mi princesa hermosa se había marchado a otro sueño.

¡Ay, que dolor!

Desde que nació mi niña, el asesino hizo acto de presencia,

se veía agazapado entre la penumbra,

esperando dar el golpe fatal.

Mi adorada sabía que no estaría mucho tiempo entre nosotros,

es por ello que gozaba y disfrutaba cada momento que vivía;

resaltaba su fortaleza siendo tan pequeña, 

algo nos quería demostrar.

Siempre que veía que me quebraba,

tomaba con su manita mi rostro y enjugaba mis lágrimas;

me decía: .”No llores, pronto estaremos reunidos nuevamente

y será para toda la eternidad; él me lo ha dicho muchas veces,

que no debemos estar tristes”.

Mis sollozos se asfixiaban en el laberinto de mi espíritu;

Ahora, ya no está mi angelito, pero me queda su luminosidad,

Me queda su vigor impregnado en mi alma,

Luz que irradias por doquier,

anhelo de anhelos es mi dicha,

que donde quiera que estés,

tu esencia brille como el sol

y algún día nos volvamos a ver…