No entiendo mi rebeldía a amarte,
si eres a quien siempre esperé.
Sesudo corazón que irrumpe mis días,
obcecado a no vaciarse,
entre el telón que se abre
y cierra en cada función;
y así continúa con su modesta forma de abandono.
Relumbra la misteriosa infelicidad
que obstruye su paso
y lo indócil a entregarse para navegar en tu mar,
que a gritos pide a mi embarcación surcar tus aguas
y hundirnos en medio del océano
para nunca más separarnos,
y ahogar este rebelde corazón
que no sabe palpitar.