Infancia de recuerdos juguetones, entre el fútbol con campos aterrados y juegos de cochera. Mis padres, enérgicos de palabra, no permitían salir de la cuadra, cuando mucho en el patio de la casa.
Introvertido, en ocasiones, y otras tantas, locochón. Amigos no tenía, amigos eran mis hermanos, que entre bromas y golpes, siempre nos cuidábamos. Cortaba flores del jardín de la casa y se las llevaba a Aurora, compañera del colegio en quinto de primaria.
Acudí tempranamente a la universidad, con dudas adónde quería entrar, pasando la carrera entre autogobierno y dirección. Recuerdo los juegos en las islas y mis traslados en camión con amigos de ocasión. Estudio de desvelos con repentinas por montón, y así logré terminar la carrera sin ninguna mención.
Terminar fue trabajar y dinero ganar. Fui noviero y supe disfrutar. Muchachas aquí, muchachas allá, hasta que me lograron pescar (jajajaja). Etapa de conocer y disfrutar la vida con suntuosidad -algo sin esperar- hasta que llegó la muchachita ojos de miel, Paulina, que es mi respirar.
Un día, sin ser poeta, comencé a escribir, solo por vaciar mi sentir. He tenido caídas, muy dolorosas, donde me encontré y de ellas aprendí, logré levantarme y ser lo fuerte que soy.
Amante consuetudinario de amores, agradezco de la vida su nostalgia y de las mujeres su romanticismo. Bohemio soñador y caballero por convicción, bromista en ciernes aún sin ser viernes; rebelde sin omisión y teniendo a Dios por comisión; valiente guerrero de la vida, que nunca se da por vencido y sabedor que saldré adelante de cualquier encrucijada.
Cito a mi poeta favorito, Antonio Machado:
"Y cuando llegué el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar...."